Ocurrió hace 41 años, cerca de la medianoche del 8 de diciembre de 1980, el integrante más querido de los Beatles recibió cinco disparos a quemarropa de parte de un joven de apariencia sosegada llamado Mark David Chapman, que había planeado realizar uno de los mayores crímenes de la historia.
John yacía en el suelo, a unos pasos del edificio en el que residía, las heridas provocadas por los proyectiles le habían provocado un daño gravísimo y pronto el desesperado golpeteo de su corazón, provocó que su sangre se filtre y se lleve consigo su vitalidad.
El portero del edificio fue quien presenció el hecho sangriento. Se acercó sigiloso y aplicando un puntapié le arrebató el arma a Chapman; enseguida corrió y llamó una ambulancia. Pero el auxilio no llegaba. Entonces, un oficial de policía se decidió a llevar a John al hospital.
Allí, el doctor Stephan Lynn intentó por todos los medios reanimar al herido, pero ya era tarde, John había perdido demasiada sangre. Según el informe que el doctor daría más tarde, las balas que había usado Chapman eran de las que se expanden en el impacto.
Aquel día, John Lennon se había levantado cansado pero feliz, la noche anterior había estado terminando los arreglos de la canción “Walking on Thin Ice”, junto a su mujer Yoko Ono, y pensaba grabarla esa misma mañana.
John fue a cortarse el pelo, tenía una cita con la fotógrafa contratada por la revista Rolling Stone, Annie Leibovitz, y quería verse bien. Llegó junto a Yoko a las 11 de la mañana al estudio e iniciaron la sesión fotográfica. El azar le había jugado a favor a Leibovitz, ya que ese día tomó una de las mejores fotos de la pareja, la misma que ha sido elegida la mejor portada que ha tenido esta revista. En la captura John posa desnudo en la cama, abrazado a una Yoko Ono vestida.
La agenda de John estaba repleta, regresó a su apartamento en el que le esperaban los locutores Dave Sholin y Laurie Kaye. La entrevista a la pareja fue extensa, más o menos tres horas, y hablaron de todo un poco, sobre todo de sus próximos proyectos.
El reloj marcó las cinco de la tarde, así que terminaron la reunión. John y Yoko se dirigieron al estudio de grabación Record Plant para probar los arreglos de su última canción. Pero antes de subir al vehículo, John se detuvo para atender a sus fans, como habitualmente lo hacía, sin saber que su asesino ya lo asediaba. Chapman, sin decir una palabra, se acercó a John y pidió que le autografiara su ejemplar del álbum “Double Fantasy”.
John lo miró a los ojos, le firmó el álbum y con amabilidad le preguntó si deseaba algo más, mientras un fotógrafo inmortalizaba el momento.
Seis horas después de este encuentro, Chapman regresó, pero esta vez con la intención de llevar a cabo su plan. John y Yoko regresaron directamente del estudio de grabación. Yoko salió primero de auto, cargada con cintas y maquetas, e ingresó rápido al edificio. El fatídico momento había llegado, John se disponía a ingresar al edificio, Chapman se acercó y sin darle opción a que lo viera, le disparó cinco veces por la espalda.
El portero le preguntó si sabía lo que había hecho y el respondió: “Si, le he disparado a John Lennon”. Luego se sentó en uno de los escalones y se puso a leer su libro favorito “El guardián entre el centeno”.
