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jueves, 21 de noviembre de 2024
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Agricultura urbana en la ciudad más alta del mundo

Mujeres migrantes alteñas han perfeccionado sus técnicas de cultivo para poder cosechar hortalizas a más de 4.000 metros de altura. La agricultura urbana no solo les brinda autonomía económica, sino que mejora los hábitos de consumo de sus familias y aporta a alcanzar la seguridad alimentaria.

Apio, acelga, lechuga, tomates, rabanitos, hierbas aromáticas… El color y los aromas invaden los huertos y el cálido clima transmite confort. Uno podría pensar que está en los valles, donde los suelos, amables y fecundos, favorecen los cultivos, pero no. Este paisaje y las sensaciones que transmiten los frutos de la tierra pertenecen a El Alto, donde decenas de mujeres han aplicado técnicas y herramientas para la construcción de fértiles sembradíos a más 4.000 metros de altura y en temperaturas promedio de ocho grados centígrados e incluso bajo cero cuando arrecia el invierno.

Las ventajas son muchas: mejora los hábitos de consumo de la familia, acostumbrada ingerir casi solo carbohidratos, fomenta el empoderamiento de las mujeres y permite su independencia económica, entre otras, pues su mercadería también se comercia en la ciudad. Amén de ello, también contribuye a garantizar la seguridad alimentaria, tanto de las productoras como de los potenciales consumidores.

El crecimiento de las ciudades en Bolivia —en particular de El Alto, que con más de un millón de habitantes recibe a migrantes de las provincias paceñas, de otros departamentos del país y de otros países, como Perú— hizo que el acceso a servicios básicos como energía eléctrica, agua, alcantarillado y gas, además de alimentos se acentúe.

Adicionalmente, aporta a combatir contrabando de alimentos cuyo origen y formas de producción se desconocen. En un recorrido por mercados y ferias de Villa Dolores, Pacajes, Río Seco, 16 de Julio y la Ceja es común constatar en la voz de las propias caseritas la procedencia de varios productos, como manzanas chilenas o argentinas y aguacates (paltas) peruanas, muchos de los cuales podrían haber sido producidos con agroquímicos y pesticidas, algo de lo que las mujeres productoras agroecológicas alertan, pues genera efectos negativos en la salud.

A ello se debe sumar el monstruo del cambio climático, que afecta anualmente a la producción agrícola en las comunidades del área rural del país y del departamento de La Paz, mermando la producción y la calidad de los alimentos.

Fue, precisamente, para contrarrestar este panorama, que hace más de dos décadas comenzó en el municipio de El Alto el impulso a la agricultura urbana, principalmente, por la seguridad alimentaria. Según la FAO, “La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias a fin de llevar una vida activa y sana”.

Llegar a la ciudad, una esperanza de vida…

“Me llamo Aurelia Albertina Clemente, soy del departamento de Potosí de la provincia Tomás Frías de la comunidad Waylolo”. Así se presenta doña Aurelia, quien migró a La Paz allá por 1991 para trabajar como empleada doméstica, primero a la zona sur de Calacoto. “Quería conocer y trabajar, todos hablaban de La Paz; decían ‘en esa ciudad hay plata, capital es pues’, por eso he venido”.

De piel morena y estatura baja, esta mujer de escasos recursos habita una vivienda construida en el estilo clásico de mediagua ubicada en la zona Franz Tamayo del Distrito 14. Cuando llegamos al lugar nos conduce directamente a su huerto, al ingresar se observa un techo bajo, como construido a la medida de la dueña, pues personas de mediana estatura necesitan agacharse.

En el interior de la carpa se siente un calor agradable, más en este crudo invierno que desafía a soportar temperaturas bajo cero. En un día caluroso alcanza fácilmente de 35 a 40 grados centígrados. La frescura y el agradable aroma a hierbas y hortalizas invaden los sentidos.

Mientras cuenta su experiencia, doña Aurelia deshierba hábilmente con sus manos los cultivos y deja ver una reluciente acelga; en segundos, el olor a tierra fértil y húmeda invade el lugar. Hacer esto es muy importante para conservar la calidad de la producción. Y continúa: “estoy aporcando” (cubrir con tierra) los espacios que removió, dice. A momentos usa el quechua, su idioma nativo, para comunicarse y la charla entre entrevistada y entrevistado sigue el mismo vaivén: entre castellano y quechua, pues ambos dominan esta última lengua.

De empleada doméstica a productora agroecológica y los primeros pasos

“Yo trabajaba como empleada de un ingeniero. Él era de una iglesia, me fui a trabajar a los Yungas”, recuerda. A su retorno, una de sus vecinas le espero con la noticia de que ella sembraría verduras (apio, acelgas, lechugas) en su propio patio. “’¡Estás loca!’, le he dicho, pero ella insistió en que sí se podría producir verduras. ‘Están viniendo a capacitarnos’, me dijo”. Para entonces ya se habían reunido unas 60 personas en la sede social de la urbanización de Franz Tamayo, Sector B, en un evento organizado por una institución sin fines de lucro. 

Aurelia, incrédula, había asistido a la reunión de capacitación convocada por técnicos del Centro FOCAPACI, obra social de la iglesia católica en El Alto. “Una cholita ha llegado, pensé que era ingeniera, no pensé que era replicadora. ‘Yo no sé sembrar, le dije’. ‘Fácil es pues’, me respondió”.

En ese entonces, en la vivienda de Aurelia, ya se criaban animales menores de granja como gallinas y conejos, cuyo estiércol aprendió a usar para producir compost recurriendo a una técnica con lombrices. Por desconocimiento, también desechaba sin ningún uso los restos de comida. “La cholita me recomendó no botar, que eso sirve, ‘vamos a hacer un pie cuadrado en tu patio (para cultivar)’, me han explicado”.

Y así fue, cierto día, a la humilde casa de Aurelia llegaron un adulto mayor y la replicadora, midieron el terreno, clavaron unas pequeñas estacas, demarcaron el área con hilos bien tesados y colocaron abono al suelo. “Para mí hicieron algo bien chiquito, yo no sabía regar, usé la manguera y todas las lechuguitas se han muerto, ¡todo fue en vano!”, recuerda de esa primera experiencia.

Pero luego, en el barrio anuncian una nueva capacitación, esta vez con visita a la carpa de doña Alicia, ubicada en la zona de San Roque, para conocer y aprender su exitosa experiencia. “’Quién será pues la Alicia’, dije. Y el ingeniero Willy nos llevó en un auto hasta su casa. Por primera vez he visto una carpa, con verduras, tomates y espinacas floreciendo; yo no conocía las espinacas”.

La capacitación fue en el preparado del compost. En este proceso, Aurelia estaba muy atenta por el interés que había despertado en ella este huerto. “Llegando a mi casa, con las cascaras que tenía he hecho igualito, tres montañas de compost, después de un mes miré ya estaba componiéndose; a los dos meses volví a revisar, estaba más suavito y a los tres meses quedó muy finito”.

El preparado del compost ya era de su conocimiento, como quedó mucho excedente, decidió embolsar el producto y lo llevó a la feria más grande de El Alto, la 16 de Julio para comerciarlo. “Allá lo he vendido, explicando que este compost es para producir lechugas, he vendido todo”, recuerda.

Con la ganancia de la venta se puso a buscar semillas en el mercado Rodríguez de la ciudad de La Paz. “He visto semillas en latitas, pregunté el precio y me dieron varias”. Como todo buen vendedor de semillas, el joven que la atendió le había explicado con lujo de detalles sobre la variedad de hortalizas que podría obtener, es más, le leyó a detalle las instrucciones de las etiquetas en los envases. “Bueno, yo no sé leer, entonces he mirado nomás los dibujitos en las latitas”,

Y entonces, el esfuerzo y la perseverancia dieron frutos. “En mi casa he sembrado igualito que el ingeniero, he visto cómo ha almacigado, he puesto poquito tal como nos ha enseñado, he aprendido; también me he equivocado, creí haber sembrado zanahoria y salió lechuga lisa. También empezó a dar grandes las coliflores, no he podido alzar por su enorme tamaño. Una plantita de espinaca también había traído, era muy querida, le puse el nombre de Yola, la he cuidado mucho, por las noches a la espinaca y la lechuga las cubría con frazada o con calaminas y bañadores para que el frío no congele”.

En ese entonces, el pequeño huerto aún era a campo abierto, sin paredes ni agrofilm, aunque el éxito de la producción ya motivaba a la agricultora. Así se fue involucrando en la actividad de producir alimentos saludables en su propia casa. Según ella, antes era muy enfermiza, los jugos y el consumo permanente de hortalizas en su dieta alimentaria hicieron mejorar su salud. Hoy asegura estar muy sana, incluso la pandemia del Covid-19 no le ha afectado.  

Actualmente, el Centro de Formación y Capacitación para la Participación Ciudadana. (FOCAPACACI) trabaja con 354 familias de forma directa y alcanzó a unas 800 familias en los 12 años de interacción con la población alteña. Cuentan con 30 grupos productivos en los distritos 7, 8, 12 y 14, según explica el Ing. Jaime Coarite, técnico de esta institución.

El objetivo es que esta actividad se constituya en una alternativa para generar y producir alimentos agroecológicos dentro de las viviendas, que buscan garantizar la seguridad alimentaria de las familias. Coarite enfatiza en que el acceso a los alimentos en los mercados convencionales no siempre es garantía, peor cuando se enfrena a situaciones de crisis o conflictos sociales como se ha vivido los años 2019 y 2020 con la pandemia del Covid-19.

“En este periodo es donde las familias han visto la necesidad de producir, porque no llegaba alimentos a las ciudades, hubo una restricción en el ingreso de productos del área rural a las ciudades. En esa situación se ha sentido la falta de hortalizas y algunas verduras que fácilmente se hubieran producido en los huertos urbanos, destaca Coarite. Muchas familias con las que trabaja esta institución, no sintieron el desabastecimiento de alimentos, de hortalizas en particular, ya que cuentan con huertos familiares.

De acuerdo con la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la agricultura urbana y periurbana se refiere al conjunto de prácticas agrícolas propias de la agricultura llevadas a cabo dentro de los límites o en los alrededores de las ciudades, con un objetivo productivo y en algunos casos con fines diversos como la creación de cinturones verdes, la generación de empleos y otros.

Pero algunas productoras agroecológicas de El Alto van más allá de sólo producir para el autoconsumo saludable, aprendieron a utilizar muy bien los excedentes de la producción de los huertos para comercializar hortalizas, hierbas aromáticas y frutas, y varias siguen sus pasos; mientras otras ampliaron sus carpas solares.

Antes no conocíamos hortalizas, ahora conocemos

Perpetua Valencia (42), oriunda de la provincia Murillo, originaria de la comunidad Antaqui, ha incursionado en la agricultura urbana y periurbana hace 18 años atrás, conoce muy bien sobre qué productos se pueden obtener en un contexto con un clima árido y frío como el de El Alto. Uno de sus objetivos es incursionar en la transformación de los productos de los huertos con Yogourd y la deshidratación de hortalizas y frutas para enviarlas a los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba, Tarija y Sucre, donde tiene “caseritas”, es decir, darle valor agregado a su cosecha.

La producción en carpa solar es altamente variada. “Antes no conocíamos hortalizas como la rúcula, achicoria, el pak choi, cilandro, albahaca, estos hemos aprendido a sembrar y a consumir. No debemos olvidar que hoy en día muchos productos son transgénicos, procesados con químicos, tanto las frutas como la papa, incluso el pollo, eso hace daño, claro no es inmediato, pero causa daño”, afirma. Por eso, recomienda que los propios vecinos produzcan sus alimentos. “Podemos volver a los viejos tiempos, para vivir bien, para que nuestros hijos sean bien nutridos para que no haya tanta obesidad. Con una buena alimentación podemos superar esos males; el alteño tiene que aprender a producir, a sembrar y a cosechar”. En la urbe alteña, las zonas periurbanas son, en gran porcentaje, construcciones de mediagua y cuentan con patio de tierra, lo que favorece para la habilitación de un huerto. “En todas las casas siempre hay un espacio, nosotras enseñamos y lo hacemos gratis, porque a nosotras también nos han enseñado gratis”. Invita a contactarse con ellas en los diferentes puntos de venta de productos agroecológicos que va creciendo en diferentes sectores de El Alto y uno en La Paz.

Situación de la agricultura urbana y periurbana en El Alto

Según el estudio, sobre Experiencias de Agricultura Urbana y Periurbana en El Alto y La Paz, publicado por la Fundación Alternativas el 2018, destaca que actualmente Bolivia va dependiendo más de alimentos importados como la papa que llega, en aproximadamente el 50% del país vecino Perú, lo cual pone en riesgo la soberanía alimentaria en el contexto nacional.

Este mismo estudio, cataloga a la ciudad de El Alto como una de ciudades pioneras de la Agricultura Urbana y Periurbana, ya que, a inicios del 2000, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en coordinación con el Gobierno Autónomo Municipal de El Alto impulsaron la producción agroecológica para mejorar la seguridad alimentaria con la implementación del proyecto “Microhuertas”. A su vez entre 2004 y 2008 se lograron construir 1.187 invernaderos familiares en nueve distritos de la urbe alteña. Este proceso acompañó con capacitación en técnicas de producción hortícola adaptada a las condiciones agroclimáticas del municipio.

Después de estas iniciativas, la continuidad de este trabajo, quedó en manos de instituciones públicas y privadas (GAMEA, Fundaciones y ONGs en especial), enfocados en la Seguridad Alimentaria, entre ellos: El Centro de Formación y Capacitación para la Participación Ciudadana (FOCAPACI), Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativas (CEBIAE), Fundación Comunidad y Axión, ECOTAMBO, entre otros.  

Estas experiencias, hecho semillas en muchas familias alteñas encabezadas mayoritariamente por mujeres, quienes garantizaban el acceso a alimentos frescos, sanos y saludables, mejorando la dieta alimentaria en los hogares, producido por ellas mismas.

GAMEA y su liderazgo en AUP

En el afán de constatar cuánto se ha avanzado en AUP, recurrimos a la Dirección de Agropecuaria y Seguridad Alimentaria dependiente del Gobierno Autónomo Municipal de El Alto (GAMEA), cuyo director es Chairshiño Choque Ventura, en su evaluación sobre la situación de la Agricultura Urbana y Periurbana, refiere que la misma está en pleno funcionamiento con la producción. “Trabajamos coordinadamente con diferentes instituciones que apoyan la producción agroecológica de hortalizas en carpas solares, en especial para organizar las ferias agroecológicas (Eco Huertas) con PRODIASUR, FOCAPACI, CCChasqui y otros”. Explica, que la Dirección de Agropecuaria interviene en cuatro distritos rurales del municipio (D-9. D-10, D-11, D-13) apoyando a diferentes Unidades Educativas conjuntamente las Juntas Escolares (JE) y directores. “Nosotros fortalecemos con la refacción y mantenimiento de infraestructura de los huertos escolares, apoyamos con agrofilm, abono, turba y semillas variadas de hortalizas, todo relacionado a la canasta familiar”, Señala.

En los cuatro distritos periurbanos cuentan con más de 100 productores, quienes abastecen a algunos mercados de la ciudad alteña. Sin embargo, como ente rector de la AUP, no cuentan con información sistematizada y mapeo sobre la cantidad aproximada de productores agroecológicos en todo el municipio. Dato muy importante para la planificación y política pública en esta materia; tampoco existe una normativa que oriente el adecuado funcionamiento, el fomento a la producción y alimentación sana y saludable en la población alteña enmarcado en la Seguridad Alimentaria impulsado desde el municipio. Anunció que se están preparando ocho proyectos, para apoyar a la AUP, los mismos, se harán conocer una vez que estos estén aprobados.

Entre tanto, una reciente publicación sobre Seguridad Alimentaria de la Región Metropolitana conformado por ocho municipios, entre Ellos El Alto, refleja que en 2016, la desnutrición crónica en niños menores de 5 años fue del 15,1 % y un cuarto de la población femenina entre 15 a 49 años, presenta sobre peso, situación que se constituye en riesgo latente para la seguridad alimentaria de la población. 

Seguridad Alimentaria en la Región Metropolitana

Jhanira Rodriguez, de la Fundación Alternativas, explica que hablar de Seguridad Alimentaria (SA) y Agricultura Urbana y Periurbana (AUP), hoy en día es enfocarse en el área metropolitana, “el año pasado se ha realizado el análisis de situación de la AUP en el Atlas de Seguridad Alimentaria de la Región Metropolitana de La Paz, publicado por la Fundación Alternativas y el GAMLP, conformado por los municipios de: Achocalla, El Alto, Laja, Mecapaca, Palca, Pucarani y Viacha, donde hemos podido ver las fortalezas y debilidades que tiene cada uno de los municipios”.

Entre algunas debilidades identificadas, es la falta de articulación entre los municipios productores y consumidores, “ahí entra el rol de la agricultura urbana”, existen municipios que realizan proyectos en SA que no necesariamente están articulados, lo cual genera que haya desperdicio de alimentos, también se ha identificado la vulnerabilidad de algunos de ellos.  

El atlas mencionado, muestra el crecimiento acelerado de las manchas urbanas, que según los datos proyectados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) al final del año 2022 la población boliviana alcanzará a 12.006.031 habitantes. La región metropolitana de La Paz tendrá 2.242.300 personas. El municipio de El Alto tendrá 1.109.048 habitantes.

A nivel nacional el crecimiento de la población urbana es de 2,4%, con menor medida en relación al crecimiento de la población rural de 0,5%. Estos datos, según el estudio “lleva a las personas a residir en las urbes, con miras de reducir la distancia entre sus hogares y el acceso a alimentos, servicios públicos y privados”.

Finalmente, destaca que en el municipio de El Alto, la producción de alimentos es reducida en relación a la demanda por parte de su creciente población, únicamente el 2,5% de su población pertenece al grupo ocupacional de trabajadores agrícolas, pecuarios, forestales y pesqueros. En los distritos rurales los principales productos son la papa, avena, cebada y alfa. Además, se reconoce la existencia de varias familias que se dedican a la AUP y que producen 25 especies entre hortalizas y plantas aromáticas.  

Para seguir promoviendo la AUP en el municipio de El Alto y contribuir a una alimentación sana y saludable para contrarrestar la desnutrición en la población infantil y la obesidad en mujeres, se ha capacitado a productoras agroecológicas como replicadoras en agricultura urbana, por FOCAPACI.

Replicadoras…Un paso más adelante para compartir conocimientos,

Las mujeres productoras en la urbe alteña, están convencidas de que la AUP debe ramificarse en toda la ciudad. Perpetua Valencia, señala que uno de sus objetivos como productora, es que el alteño conozca la AUP para que pueda sembrar y cosechar productos sanos, ya que no es difícil. A las mujeres envió el mensaje de que aprendan, se especialicen, estudien en este campo de la AU, “cuando enseñamos, nosotras no cobramos, gracias a FOCAPACI, no nos cerramos, estamos abiertos para enseñar y capacitar, si alguien quiere puede venir a nuestros huertos, ahí explicamos cómo producimos y en qué forma cosechamos”, dice muy motivada.      

Coarite, destaca las cualidades de las replicadoras que se formaron en FOCAPACI. “Ellas son líderes, comprometidas para compartir sus conocimientos y son las que profundizan sobre AUP”. Actualmente, desarrollan acciones de capacitación con 10 replicadoras.   Puntos de venta

La productora Perpetua Valencia, ofrece variedad de productos de hortaliza a los consumidores de estos productos sanos y saludables.

El sentido principal de la AUP, es la producción de alimentos sanos para las propias familias de escasos recursos que permitan mejorar su sistema alimentario. Con el tiempo y la experiencia lograron diversificar y ampliar la capacidad productiva, cuyo excedente empezaron a comercializar en puntos fijos de venta agroecológicos, uno en Río Seco (lunes), frente al Teleférico Azul, otro en inmediaciones del Centro de Salud Jesús Obrero (jueves) y en el frontis del Centro FOCAPACI (jueves). Según la señora Valencia, hasta hace poco tiempo atrás en El Alto se venía organizando las ferias “Eco Huertas” organizado conjuntamente las instituciones que trabajan en esta temática y el GAMEA, tanto en el teleférico Rojo de la zona 16 de julio y en la Plaza el Tinku de ciudad Satélite. En la ciudad de La Paz existe un punto de venta para productos agroecológicos en la plaza Lira de la zona Sopocachi (sábados). La dinámica de las productoras no quedó atrás con la pandemia del Covid-19, fueron obligadas a incursionar en la atención de pedidos por celular y mediante grupos de venta por whatsapp.

Mientras que la señora Aurelia Albertina, también replicadora, orgullosa explica que participa en las ferias de su urbanización (Franz Tamayo) y en cuatro unidades educativas del lugar cercano a su huerto. “ya me conocen, si no voy a la feria me reclaman y por eso no tengo que fallar”. Esto implica que la producción agroecológica cada vez más cobra importancia, aunque aún no existan datos fidedignos, sistematizados sobre qué cantidad de familias están involucradas en AUP.

Esta investigación fue desarrollada en el marco del Fondo Concursable Spotlight XIV de Apoyo a la Investigación Periodística en los Medios de Comunicación, que impulsa la Fundación Para el Periodismo (FPP).