Me imagino las portadas de este viernes, casi futboleras: la foto de Arce levantando el puño, sonriendo, celebrando con el rostro alborozado, igualito que El Conejo en la cancha luego de anotar un gol. Pero no se trata de un partido de fútbol, sino de la llegada de las vacunas. Pocas, pero algo es algo. Así y todo, montaron un show, político, claro está: el seguimiento en tiempo real al avión volando, horas después bajando, tocando pista, carreteando. La apertura de las puertas, el encuentro con las cajitas azules con nombre difícil, el festejo del equipo a su alrededor, la foto oficial. Hasta hubo el ‘Viva mi Patria…’! Solo faltaba el relato. ¡Sí, sí, sí!
A esa hora fallecía mi prima Alicia, postrada desde hace días en un hospital, intubada, arruinada. Le dijeron antes de dormirla ‘¡aguanta!’, pero no pudo. La pandemia se la llevó, como a tantas otras personas —ya son más de 10.000—, mientras el sufrimiento no cesa.
Doña Teresa, de setenta y pico años, estuvo todo un día sentada en una silla del Hospital Obrero, conectada a un tubo de oxígeno. Los siguientes dos días la recostaron en una camilla. Recién al cuarto le dieron una cama y la declararon oficialmente interna, luego de que su hijo Luis se cansó de rogar y llorar para que a su madre la atendieran. Ahora se está debatiendo entre la vida y la muerte. Ojalá aguante. No es la única, los pasillos siguen repletos.
No es chiste. Utilizo la corta frase del Rigucho que logró vivir para contarla. Se está muriendo mucha gente a la que lo único que le han dicho es ‘aguante’, mientras los hospitales están colapsados y los trabajadores en salud ya no tienen cómo atender porque los positivos saltan como pipocas en el cine. El oficialismo no hace nada por detener esta ola y solo mira a ver si los Sedes hacen magia y pueden controlarla, a la vez que parece alentar a una gran parte de la inconsciente población a seguir creyendo que no pasa nada. Así va a seguir hasta que le toque lo peor.
Cierto, la llegada de las vacunas es un paso. Pero por ahora es solo un gol de Arce que no sirve de mucho porque igual el partido lo estamos perdiendo… por goleada. Entonces no hay mucho que festejar, presidente. Y vaya poniéndose en la fila, aguante, que algún día el pinchazo le va a tocar.
Ramiro Siles es periodista deportivo