El Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que la economía boliviana creció apenas 1,31% entre enero y marzo del 2024, un bajo desempeño que debe llamar a la reflexión, siendo que la comparación se hace contra un año en el que el crecimiento fue del 3,1% durante toda la gestión 2023.
Según el INE, la explicación tiene que ver con la desaceleración de la economía global; el rebrote inflacionario mundial y las medidas contractivas derivadas; el cambio climático que golpea y afecta a todos; y, la no aprobación de créditos externos por la Asamblea Legislativa, afectando proyectos de inversión pública.
Pese ello, las siguientes actividades habrían crecido entre el 6% y casi 9%: Servicios (electricidad, gas y agua; servicios domésticos, comunales, sociales y personales) y Construcción, por las mayores ventas de cemento impulsadas desde el sector público. Crecieron también, aunque a tasas menores, el sector Financiero; Transporte y Almacenamiento; Administración Pública; Agropecuaria; Comunicaciones y Minería. Quienes cayeron fueron: Comercio (-0,4%), Industria Manufacturera (-2,9%) por la alta incidencia de la agroindustria (-5,5%), pero, lo que en verdad duele es el derrumbe del Petróleo y Gas Natural (-14%).
Haciendo igual análisis por tipo de gasto, en números redondos, el Consumo de la Administración Pública subió 2% seguido del Consumo del Sector Privado que creció 1,3%. De ahí en más, todo es una lágrima. La Importación de Bienes y Servicios cayó 19% mientras que la Exportación bajó 5,4%; la Inversión disminuyó 6,4% por la falta de dólares en el sector privado para importar bienes de capital, y porque los créditos externos para proyectos de infraestructura duermen el sueño de los justos en la Asamblea Legislativa, por razones políticas.
La explicación del pobre desempeño económico desde lo “macro” tiene mucho que ver con el sector externo, siendo una pena que durante tantos años no se haya entendido y atendido al sector productivo y exportador, como debiera, para no llegar a esta situación, y esto apenas comienza. Ahora, intentemos un abordaje del tema con un análisis desde lo “micro”.
Pocas, poquísimas veces a lo largo de mis 37 años de trabajo en el campo del comercio exterior he visto tanta gente preocupada por la falta de dólares y la subida de su precio; doy fe, también que nunca antes en todos estos años, vi a tantos importadores, exportadores, productores, transportistas, comerciantes, prestadores de servicios y, cada vez más a gente de a pie, angustiados por este estado de cosas, siendo que la subida del precio de la divisa estadounidense los afecta directa o indirectamente. Veamos algunos ejemplos.
Para no ser subjetivo en mi apreciación me di un “baño de realidad” y pregunté los precios en el mercado libre, comprobando que prácticamente todo lo importado o lo que se fabrica en el país con insumos importados, está subiendo, no en unos centavos o en un pequeño porcentaje, lamentablemente.
Cuando el consumidor reclama por el alza de precios, la respuesta calcada es que “el dólar está subiendo”, en gerundio, denotando una carga de expectativas negativas, que algunos la tildan de especulación. Pero ¿cómo no va a subir lo importado si el dólar en Bolivia ha aumentado de Bs6,96 a más del doble en su momento? Quedé azorado por la tendencia alcista, desde un mínimo de 30% hasta en ciertos casos el 100% (cuando no hay producción nacional sustitutiva). Veamos algunos ejemplos, sin referir marcas, por razones obvias.
Un chocolate que al detalle costaba Bs2,5 pasó a Bs4; el de Bs4,5 a Bs6 y el de Bs12 a Bs15, mientras que el precio de otro, por caja, subió más del 60%. Igual pasa con las galletas importadas que han trepado hasta 50%. El material escolar ha subido también, los marcadores, p. ej., un 40%; el alza de los detergentes está entre 33% y más del 60%. Cierta marca de café instantáneo cuesta hoy casi 30% más; ni los chicles se salvaron de una subida superior al 50%, en tanto que una pasta dental escaló un 75%. Preguntará Ud. ¿semejantes precios son con factura? La respuesta es, no, comercio informal, puro y duro, gran parte de ello, de contrabando.
La gente sufre porque el pan con harina no subsidiada subió de precio y, el que no subió, bajó de tamaño y peso. ¡Cuánto duele que suban los medicamentos!
Otro tanto o peor pasa en el agro, donde el productor debe comprar los insumos importados a un altísimo costo, pero su producción la debe vender al precio del dólar oficial, porque así está regulado.
¡Esto no se va a solucionar con el control de divisas “a lo Huarachi” o con el control de precios que siempre fracasa!
Para crecer más con estabilidad, para que abunden los dólares que ansiamos y para que haya más empleo e ingresos para las familias y el Estado, apoyar la actividad privada, la legalidad y la formalidad, facilitar la inversión, la producción, la importación legal de lo que precisamos y estimular la exportación ¡es la tarea! (sabiendo que la gente se enoja cuando el costo de vida sube y la pasa mal).
Gary Antonio Rodríguez Álvarez
Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 28 de agosto de 2024