Este día es especial para Bertha Sánchez en su chaco. Se ha levantado a las dos de la mañana —como otros días—, pero está vez se dedica a cocinar algo portentoso, que ayudará a resistir las temperaturas altas y el trabajo duro en el trópico cochabambino, donde ha comenzado la cosecha de piña.
Diversos artículos coinciden en que Brasil y Paraguay son los territorios donde se origina la piña, también llamada ananá. El nombre de piña se debe a Cristóbal Colón, quien cuando llegó a la isla de Guadalupe (en el sur del Caribe), en 1493, creyó haber hallado una clase de fruto de pino. En cambio, ananá proviene del guaraní, y significa perfumado. Es decir que se trata del fruto perfumado.
Los principales productores son China, Estados Unidos, Brasil, Tailandia, Filipinas, Costa Rica y México. Los productores cochabambinos quieren ingresar en esta lista privilegiada.
En la actualidad, la piña es cultivada en cinco municipios del trópico cochabambino: Entre Ríos, Puerto Villarroel, Chimoré, Shinahota y Villa Tunari. En el departamento de Santa Cruz se produce en Yapacaní y Guarayos, y en menor cantidad en el municipio paceño de Palos Blancos, indica Gróver García, ingeniero agrónomo especializado en piñas.
“El productor debe trabajar entre 15 y 18 meses para obtener un fruto en cada planta. Realmente es muy costoso”, asevera el experto, quien también tiene su plantación en estos terrenos fértiles.
Bertha es consciente de este sacrificio, pero también sabe de los resultados. Por esa razón se levantó a las dos de la mañana para preparar un espeso caldo de pata, que dará a sus trabajadores a las cinco de la mañana, cuando empiece la cosecha de las frutas perfumadas.
Es necesario empezar temprano, ya que al mediodía se llega fácilmente a los 40 grados de temperatura. Después del desayuno suculento, Bertha y sus empleados cosecharán al menos 2.500 piñas, que serán comercializadas a todo el país.
Aparte del mercado nacional, las principales exportaciones se encuentran en Argentina (257.559 dólares en ventas), Chile (75.709 dólares) y Estados Unidos (2.120 dólares). Plácido Condori, jefe nacional de Sanidad Vegetal del Senasag (Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria), Informó que las ventas a Argentina disminuyeron por el uso “inadecuado” de agroquímicos, según una nota del suplemento El Financiero, de La Razón, publicada el 29 de agosto de 2021.
“Los productores no estábamos bien organizados. Desde hace tres años que hemos vuelto a juntarnos en los cinco municipios”, cuenta Juan Lamas, presidente de la Asociación de Piñeros del Trópico de Cochabamba.
Como toda actividad productiva, el nuevo coronavirus perjudicó sobremanera a los piñeros, en especial porque disminuyeron mercados importantes en el ámbito local como internacional. “El principal problema es la falta de asistencia técnica y los residuos tóxicos”, dice Lamas.
Ante este panorama, el Proyecto de Alianzas Rurales (PAR II) —dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras— llegó al corazón de Bolivia para ayudar a incrementar el rendimiento de producción y elevar la calidad de la fruta, con el objetivo de que las familias beneficiadas obtengan más ingresos económicos.
Dentro de las plantaciones de doña Bertha, el calor se incrementa cuanto más se acerca el sol, más aún con el esfuerzo físico; pero poco a poco los surcos van quedándose sin la fruta de forma cilíndrica y de aroma intenso.
Como la labor es intensa es necesario descansar un poco cada cierto tiempo, sentarse y masticar hojas de coca, que ayudan a mitigar el cansancio. Después hay que internarse otra vez a la plantación para sacar la piña.
“Como PAR II estamos apoyando con sistemas de riego tecnificados, para asegurar la producción y dar eficiencia al uso de agua”, informa Guido Chirinos, oficial de Alianzas del PAR II, quien añade que, con una inversión superior a los dos millones de bolivianos, se está colaborando a 210 productores.
“Primero nos querían dar asistencia técnica nada más, pero la gente no estaba de acuerdo y hemos pedido insumos. Ahora nos están ayudando con eso”, cuenta Marcio Sánchez, productor de piña en Entre Ríos.
El avance del sol es indicativo de que hay que apurarse en la cosecha, pues el calor se convierte en la principal dificultad para terminar el trabajo. Cuando por fin las piñas están apiladas, un camión llega hasta la plantación para recogerlas y llevarlas, esta vez, a los mercados del país.
En el trópico cochabambino se producen 80.000 toneladas de piña cada año. “La superficie se está incrementando. Es por eso que necesitamos buscar nuevos mercados y aumentar los volúmenes de exportación para no saturar el mercado nacional”, dice García.
En esto está cuadyuvando el PAR II, primero con asistencia técnica y también con la entrega de equipos, como motofumigadoras y desbrozadoras, en reemplazo de machetes y mochilas fumigadoras, que alargaban el tiempo de trabajo.
Hasta hace un tiempo era impensado hablar de riego, debido a que el trópico es una zona húmeda, pero debido al cambio climático, los productores recibieron tanques para agua, que optimizarán el riego de las plantas.
“Con el PAR queremos hacer todo, investigar, incrementar el rendimiento y dar asistencia técnica, porque el productor pide respuestas y quiere innovar”, dice García.
Con el camión cerca, los trabajadores recogen cuatro piñas en las manos y las llevan a la parte trasera del vehículo, para que quienes están arriba las acomoden de manera ordenada. Es otra labor cansadora, aunque son conscientes que están a punto de terminar y que recibirán de como premio un abundante picante de pollo, también cocinado por doña Bertha.
Una parte de la producción irá a los mercados, mientras que otra parte será trasladada a la empaquetadora Gualberto Villarroel, en el municipio de Entre Ríos, donde más de 40 agricultores, miembros de la Asociación de Productores Agropecuarios Gualberto Villarroel (Apragvi), dejan las piñas para que sean procesadas y sean vendidas en el país, pero principalmente en el exterior.
Cada martes o miércoles, la correa de transporte entra en funcionamiento en la empresa perteneciente a los productores. El camión se estaciona cerca de la fábrica, para depositar las piñas en unas colchonetas, que mitigan el impacto y conservan bien la fruta. Luego, el producto pasa por un proceso de desinfección, para luego ser secado con unas turbinas y, después, es empaquetado de acuerdo con el tamaño de cada fruta. Cada semana generan al menos mil cajas con fruta.
“Agradecemos al PAR II, pero requerimos que nos sigan apoyando (…) Queremos reactivar la exportación, incrementar las áreas de producción, industrialización y tener más utilidades”, dice Lamas.
Al que madruga Dios le ayuda, señala el refrán. Doña Bertha y los otros productores saben ello y por esa razón comenzaron a cosechar, con la seguridad de que el aroma de las piñas traerá días dulces a sus familias.
Texto: Marco Fernández Ríos (78882793)
Fotos y videos: Salvador Saavedra
Edición de video: Alejandra Sánchez Bustamante