El Ministro de Planificación del Desarrollo, en base a cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) informó recientemente sobre el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país, dando cuenta que “Bolivia se mantiene en la senda del crecimiento económico, el crecimiento al primer trimestre de la gestión 2023 ha alcanzado al 2,3%, impulsado, fundamentalmente, por la demanda interna”, con una incidencia de más del 10%, dijo, en conferencia de prensa ofrecida en la sede de gobierno (“Bolivia crece en 2,3% al primer trimestre impulsado por la demanda interna”, Agencia Boliviana de Información, 16.08.2023).
Según datos del INE, el comportamiento de las actividades económicas fue el siguiente: Servicios subió 5,2%; Transporte y Almacenamiento (4,1%); Electricidad, Gas y Agua (3,9%); Construcción (3,5%); Establecimientos Financieros (3,3%); Administración Pública (2%); Industria Manufacturera (2%); Comercio (1,9%); Agropecuaria (1,6%); Comunicaciones (1,1%); Minerales (1%); el único sector que decreció fue Petróleo y Gas natural (-2,5%).
Que la economía del país crezca es satisfactorio y que crezca en un entorno plagado de dificultades a nivel nacional e internacional, mucho más. La cuestión es, si estamos creciendo como podemos y debemos crecer, y, si estamos realizando el máximo esfuerzo para ello. A continuación, algunas reflexiones al respecto.
De las metas gubernamentales para el 2023, destacan el crecimiento del PIB al 4,86%; una inflación del 3,57% y un déficit fiscal del 7,49%, lo que supondría, comparando al 2002: superar el 3,48% de expansión del PIB; mantener la estabilidad de precios (con una inflación mayor al 3,12%) y un déficit fiscal más alto que el 7,2% registrado (décimo desbalance, consecutivo, además).
Todos queremos que a Bolivia le vaya bien -incluso- que mejore el cumplimiento de tales proyecciones, pero, poniéndonos la mano al pecho, salta la duda, si con un escenario externo tan complicado como el que enfrentamos, dada la persistencia de la inflación; con países en recesión; devaluaciones y depreciaciones; caída de precios de las materias primas y una ralentización del crecimiento económico mundial… ¿se lo podrá hacer?
De otra parte, está el frente interno que desde el campo político incide negativamente en la cotidiana agenda del país, afectando la eficiencia de la administración de la nave del Estado, p. ej., la álgida situación que adolece el partido de gobierno a su interior; asimismo, los preocupantes y dolorosos hechos asociados al narcotráfico; las interminables denuncias de corrupción -ello- sin pasar por alto el incremento del contrabando y los interminables bloqueos que se han convertido en una terrible pesadilla para quienes lo único que quieren es, trabajar por el bien del país.
Es cierto que el PIB nominal va en aumento, de hecho, el año 2022 marcó otro récord con 44.315 millones de dólares; este nivel, comparado al del 2005, de poco más de 9.500 millones de dólares, produce la impresión de que lo hicimos demasiado bien, porque el monto es casi 5 veces mayor, pero, deflactando valores y expresándolos en millones de Bolivianos de 1990, el tamaño real del PIB no llegó siquiera a duplicarse, dejando un sabor agridulce, ya que durante la bonanza tuvimos absolutamente todas las condiciones históricas y objetivas para haberlo hecho mucho, pero muchísimo mejor, definitivamente.
Es verdad que desde el punto de vista del gasto, el crecimiento del PIB en el primer trimestre del 2023 ha tenido mucho que ver con el “motorcito de la demanda interna”, pero, sinceramente… ¿está siendo suficiente la demanda interna para reproducir el crecimiento a las altas tasas de los años del auge, cuando más éxito se tuvo para sacar a la gente de la pobreza, ampliar la clase media y mejorar el indicador de distribución del ingreso en el país?
A la luz de la evidencia, la respuesta es negativa, porque el mercado interno es limitado, además, en muchos casos, la demanda interna se alimenta de los ingresos derivados de los empleos resultantes de la inversión estatal y del gasto público, que se financian con deuda -o sea- crecemos, pero nos endeudamos cada vez más, cuando lo mismo y mejor se podría hacer de forma sostenida y sostenible a partir de las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas del sector privado, dándoseles las garantías necesarias para su trabajo, sin que se endeude ni arriesgue nada el Estado.
Ahora, respecto al aporte de la demanda interna y la demanda externa al crecimiento del PIB, si bien las cifras muestran que el “mercado interno” (consumo final y formación bruta de capital) aportó con 10%, mientras que el “mercado externo” más bien le restó un 8%, considerando la importancia del sector externo corresponde un especial análisis al respecto, pero eso será, en una próxima columna.
Para finalizar, a la luz del crecimiento del PIB en el segundo semestre del 2022 y lo visto hasta el mes de marzo del 2023, de no mediar un verdadero milagro… ¡este año no habrá segundo aguinaldo!
Gary Antonio Rodríguez Álvarez
Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 23 de agosto de 2023