Un anuncio por la prensa llamó la atención de un jovencito recién egresado como economista, pero sumido en grandes dudas y temores. Corría el año 1987 y aunque persistía una incertidumbre en la población boliviana, había también la esperanza de reconstruir el país luego de la debacle económica y el dolor que provocó el gobierno populista de la tristemente célebre Unidad Democrática y Popular – UDP (1982-1985), que sumió a Bolivia en una de las peores hiperinflaciones de la Historia por el pésimo manejo de la economía, en general, y del comercio exterior, en particular.
El grave error de la UDP fue descuidar la importancia que tienen para todo país las exportaciones como aportantes de divisas y el efecto fue fatal: el dólar se disparó provocando inflación; los agentes económicos pasaron de las expectativas racionales a las adaptativas alimentadas por un cúmulo de erradas políticas asistencialistas que acabó con el gobierno udepista, soportado por la COB y los funcionarios de triste recuerdo que administraban el Estado.
Retornando al anuncio publicado por la prensa, el mismo tenía que ver con una institución que quería contratar un profesional en Ingeniería Comercial, Economía, Administración de Empresas o similares, bajo ciertos requisitos, como dominar el idioma inglés, estar dispuesto a viajar, capacidad de trabajo bajo presión, pretensión salarial y “buena presencia”, aclarando al pie del anuncio que era “inútil presentarse”, si no se cumplía con todos los requisitos…
El muchachito, de apenas 24 años, ex Bachiller del Colegio Alemán, naufragaba en un mar de preguntas sobre su futuro. Ávido lector de Selecciones del Reader´s Digest desde niño, y posteriormente de libros sobre metafísica, filosofía, hermetismo, ovniología y religión, estaba confundido con un cóctel de ideas cruzadas. El acuarismo le daba paz a su alma, llegando a tener 10 peceras en simultáneo; la música, también, convirtiéndose en el mayor fan de Cat Stevens en Bolivia con una colección de 19 discos de vinilo ¡una hazaña para esos tiempos!
El anuncio que había leído por prensa le inquietaba -necesitaba trabajar- y si bien reunía los requisitos, había uno que, según él, no cumplía, el último -buena presencia- y como era inútil presentarse si eso no ocurría…
Finalmente, haciendo caso a su mamá, presentó su postulación, no pidió un sueldo, dijo que le pagaran lo que vieran que correspondiera a su capacidad, lo que quería era una oportunidad. Se presentaron cerca de 30 candidatos, rindió el Examen de Competencia y, sin experiencia alguna de trabajo -por la gracia de Dios- fue contratado para ocupar el cargo de Jefe del Departamento de Promoción.
Por ese entonces el medio más moderno de comunicación era el “télex” que había sucedido al telégrafo; no había teléfono celular; tampoco se había inventado el fax; no existía Internet y los libros importados eran muy caros, de tal manera que acceder al conocimiento especializado y estar actualizado, era difícil.
Así que, el “poder” radicaba en tener información de forma escrita, v.gr., “los documentos oficiales”. Para comunicarse o enviar algo de un Departamento o un país a otro había que mandar cartas o encomiendas, con la demora del tiempo, el costo y la inseguridad que ello conllevaba. Hoy en día, todo eso se puede hacer en tiempo real y a un costo increíblemente bajo, por tanto, para saber más, informarse y capacitarse, ya no hay impedimento. Ahora, el poder no radica más en tener información, sino, en la capacidad de administrar la buena información.
Por aquel entonces, la burocracia gubernamental no compartía de buen agrado la documentación que disponía, así que había que ingeniárselas para poder conseguirla. A eso y más limitaciones tuvo que enfrentarse ese economista principiante que, cuántas veces sufrió, y hasta lloró en solitario, para hacer su trabajo con la pasión que imprimía al hacer una Guía de trámites, un Directorio de Exportadores o de Oferta Exportable, un Anuario Estadístico, un Glosario de Términos o un libro especializado sobre comercio exterior o integración.
Él sentía que debía devolver con creces el haber sido luego Jefe del Departamento Técnico desde donde hizo análisis, estudios, apertura de mercados, dictó talleres y seminarios en el país y en el exterior, además de participar en decenas de negociaciones internacionales como asesor… Pasados los años llegó a ser Gerente Técnico y Gerente General del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). Aquel muchachito, de hace 35 años, era yo…
Gary Antonio Rodríguez Álvarez
Economista y Magíster en Comercio Internacional