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sábado, 5 de octubre de 2024
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Ignacia Zeballos Taborga, heroína de la guerra del pacífico

De esta forma se recuerda a la mujer que por amor a su patria fue a socorrer a todas las personas que podrían necesitarla en la Guerra del Pacífico, sin distinguir en ellos credo, raza u origen.

Pocas veces una persona puede dejar su nombre en lo más alto e ilustre de los escritos patrióticos como lo hizo, con carácter y sacrificio, Ignacia Zeballos Taborga, una mujer que se enlistó sin el menor temor y recelo al ejercito boliviano; al enterarse de la invasión chilena en el territorio patrio.

Oriunda de la “Enconada”, hoy Municipio de Warnes, del departamento de Santa Cruz, Ignacia Zeballos nació un 27 de junio de 1831. Años más tarde, se trasladó a la ciudad de La Paz, donde, por su carácter apasionado y gran sentido patriótico, fue partícipe de algunos actos revolucionarios del país, como la quema del Palacio de Gobierno y el intento de derrocamiento del Presidente Tomás Frías en 1876.

Tras estos sucesos, decidió regresar a su natal Sana Cruz, lugar donde, más tarde, se enteró del requerimiento que hacía el Ministerio de Gobierno, el 3 de marzo de 1879, que instruía, con carácter de urgencia, el acopio de armamento y municiones para defender la Patria que había sido invadida por el ejército chileno el 14 de febrero de 1879.

Este comunicado libraba a los ciudadanos de Beni y Santa Cruz de la obligación de enlistarse, ante la escasez de recurso y la enorme distancia entre el oriente y el Litoral, pero Ignacia, sintiendo enardecer su amor por la patria, se adhirió a la la defensa de inmediato y cabalgó junto al “Escuadrón Velasco” hasta la ciudad de La Paz.

Según los historiadores, llegó a la ciudad vestida con el uniforma militar que le perteneció a su difunto marido, el Teniente Blanco, se enlistó en las filas del Batallón “Colorados”, y partió, junto a sus camaradas, ante la mirada asombrada y sobrecogida de quienes fueron a despedirlos.

Zeballos se incorporó a la “Ambulancia Boliviana” y se destacó en su labor de socorrer y curar a los heridos, acompañando las excursiones de las tropas bolivianas junto a las valientes “Rabonas” y sus niños. Empero, vivió el momento mas desgarrador al presenciar la desolación que provocó la Batalla de la Alianza, de la que relataría:

“Al día siguiente me dirigí al lugar donde fue la batalla, llevando carne, pan y 4 cargas de agua, acompañada de dos sanitarios; al pasar por ese lugar y al ver mortandad tan inmensa se partió mi corazón y lloró sangre…el cuadro no sólo era de mortandad, tenía un elemento vivo , pero mucho más triste que la figura de los muertos; mujeres vestidas con mantas y polleras descoloridas, algunas cargando una criatura en la espalda o llevando un niño de la mano, circulaban entre los cadáveres; encorvadas buscando al esposo, al amante y quizás al hijo, que no volvió a Tacna. Guiadas por el color de las chaquetas, daban vueltas a los restos humanos y cuando reconocían al que buscaban, caían de rodillas a su lado, abatidas por el dolor al comprobar que el ser querido al que habían seguido a través de de tantas vicisitudes, tanto esfuerzo y sacrificio, había terminado su vida allí, en una pampa maldita, de una manera tan cruel, desfigurado por el proyectil polvoriento y ensangrentado, convertido en un miserable pingajo de carne pálida y fría que comenzaba a descomponerse bajo un sol sin piedad y un cielo inmisericorde, ¡Oh Rabona boliviana, tan heroica como los guerreros yacentes!, la más anónima de los héroes anónimas”.

Al finalizar la Guerra del Pacífico fue declarada Heroína Benemérita de la Patria, y se le confirió el Titulo de Coronela de la Sanidad. Murió en la ciudad de La Paz a los 73 años, un 5 de septiembre de 1904. sus restos fueron enterrados en el Panteón de los Notables del Cementerio General de La Paz, pero el 27 de mayo de 1982 ‘»Día de las Madres Bolivianas», sus restos fueron llevados a su tierra natal en Warnes para ser colocados al pie del monumento erigido en su honor, al mismo tiempo que las Fuerzas Armadas de Bolivia la declararan Madre del Soldado Boliviano.

De esta forma se recuerda a la mujer que por amor a su patria fue a socorrer a todas las personas que podrían necesitarla en la Guerra del Pacífico, sin distinguir en ellos credo, raza u origen.