El primer día, Arce festejó en el aeropuerto como si fuera un jugador de fútbol cuando a bordo de un avión llegaron las cajitas azules con nombre difícil. Luego, de futbolista se convirtió en una especie de ‘enfermero’, porque en cada lugar donde empieza la vacunación no falla, está siempre presente, firme como un soldado, paradito ahí al lado del vacunado.
La llegada de las dosis de la vacuna rusa Sputnik V no podía ser en un mejor momento para el partido de Gobierno, justo cuando está en su auge la campaña política previa a las elecciones subnacionales, como para que los oficialistas le saquen tajada como lo están haciendo en procura de ganar más votos.
Es otra manera de hacer guerra sucia. Es aprovecharse de los bienes del Estado, pagados por los impuestos de los bolivianos, para sacarle ventaja al contrincante sin necesidad de insultarlo por las redes sociales.
Desde el primer pinchazo ya se veía venir algo así. Por eso, a estas alturas he rebautizado a la vacuna como la ‘Sputnik V MAS’ y a Arce como el ‘enfermero’.
En cambio, no lo he visto tan activo en la inauguración del año escolar. Faltaba más. Fue suficiente con un acto en una unidad educativa del área rural de Tarija. Claro, cuántos votos podía sacar su partido si repetía su discurso en otras partes, tantas como lo hace gracias a la primera inmunización.
Más bien se cuidó las espaldas de lo mal que su Gobierno manejó el asunto, sobre todo referido a la relación entre los colegios particulares y los padres de familia.
Es que mientras el ministro de Educación estaba dormido en sus laureles, los padres con tal de no ver perjudicada la educación de sus hijos firmaban en algunos casos contratos abusivos por presión de los dueños de los establecimientos educativos.
El Gobierno salió tarde, demasiado trasnochado el ministro Adrián Quelca, a comunicar su escala porcentual de pensiones escolares, cuando semanas antes les había dado vía libre a los colegios para que se manejaran a su libre albedrío.
De ahí que hay “listas negras” de los deudores del año pasado, contratos ante notario de fe pública con sanciones por mora, cobros adicionales para pagar las plataformas para la enseñanza a distancia e incluso exigencias como garantía en joyas, aparatos de sonido, etcétera, a fin de asegurarse que el pobre padre de familia pagará algún día sus deudas.
Más o menos así comenzó febrero: entre el lento andar de la vacunación, al ritmo político que impone la campaña, y el inicio de clases, un suplicio para el progenitor, no solo por la pandemia, sino y sobre todo a la hora de llevarse la mano al bolsillo casi vacío.
Ramiro Siles es periodista deportivo