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jueves, 21 de noviembre de 2024
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Las carreteras… ¿son para transitar o bloquear?

Columna escrita por Gary Antonio Rodríguez Álvarez

¿Qué está pasando con Bolivia? ¡Todo un récord! ¡60 bloqueos en apenas cinco meses! ¿Es que acaso queremos figurar en el Guinness Records con ello? Triste sería lograrlo, siendo que nadie en su sano juicio debería sentirse orgulloso de que las diferencias entre los ciudadanos y las autoridades se resuelvan por medio de la razón de la fuerza, antes que la fuerza de la razón, como lo hacen las sociedades que se precian de ser civilizadas.

Sin embargo, ahí están los números, y lo afirman quienes sufren directamente las consecuencias del inmisericorde calor o el inclemente frío, cuando sus unidades de transporte están bloqueadas en los caminos porque a unos cuantos se les ocurrió descargar tierra o piedras sobre las carreteras a fin de hacerse escuchar en sus demandas, y hasta para imponer sus caprichos, bajo tan peculiar manera (“Choferes piden garantías tras 60 bloqueos en sólo 5 meses”, Hoybolivia.com, 29.05.2022).

Aunque, a estas alturas de la historia no debería extrañarnos que esto haya venido ocurriendo recurrentemente en algunas partes del interior del país, por ejemplo, en la capital de gobierno, donde el estilo violento de imponerse por medio de la protesta callejera pasa por las fastidiosas marchas, entorpeciendo cada día el tráfico vehicular con estridentes arengas tales como, “¿Qué queremos, compañeros? ¿Cuándo? ¡Ahora! ¿¿Cuándo?? ¡¡Ahora!! ¿¿¿Cuándo, c…??? ¡¡¡Ahora, c…!!!”, acompañadas de petardos y, para ciertos actores privilegiados, la incomprensible permisividad de que atemoricen a punta de dinamitazos, y no precisamente en el campo, sino en las ciudades… ¿es o no es así? ¿Estoy exagerando?

Pero, claro, cómo no va a ocurrir esto, si quienes deberían ser los garantes de la paz social y de la armoniosa convivencia ciudadana, son los primeros en incumplir las normas, y uno se pregunta: ¿Para qué son las leyes? Nada hay más perverso en un país, que tener normas e instituciones, pero que las primeras no se cumplan, y las segundas, no las hagan cumplir. ¡Tanto que se habla de los derechos humanos y los laborales, pero, por ejemplo, los insufribles bloqueos dan al traste con el libre tránsito, así como el derecho al trabajo!

¿Acaso no escuchamos, hasta el cansancio, aquello de que “somos de la cultura del diálogo”, “somos de la cultura de la vida”, “somos de la cultura de la paz”? Sin embargo, a la hora de la verdad, ahí están los de la cultura del diálogo, siempre abiertos al monólogo, el suyo; de igual forma, los de la cultura de la vida, provocando muertes de animales por inanición o deshidratación, por causa de sus bloqueos; y, ahí están los de la cultura de la paz, que no dudan en agredir a quien no esté de acuerdo con sus ideas. ¡Inconsecuentes!

Lamentablemente, de tanto repetirse y tolerarse tales prácticas abusivas, las mismas pasan a ser una praxis popular, creándose la “cultura del bloqueo” que poco a poco se va asimilando como un derecho más, cuando todos sabemos que éste termina, donde comienza el derecho de otra persona, porque, todos somos iguales ante la Ley o, por lo menos, deberíamos serlo ¿verdad?

Frente a la pobreza que aún agobia al país y la necesidad de un desarrollo más acelerado, bueno sería que los “hermanos bloqueadores” entiendan que no importa dónde bloqueen, sino, que comprendan que no lo deberían hacer porque la saña bloqueadora no siempre afecta al gobierno o al gobernante, sino a la sociedad en su conjunto.

Como bien reseñó recientemente la Gerente Técnico del IBCE, Ing. María Esther Peña Cuéllar, a propósito del corredor interoceánico sin Bolivia, son tres las afectaciones bloqueadoras: la primera es de índole económica, cuando los productos no llegan al mercado y se deterioran; cuando no se llega a tiempo a un puerto y se pierden mercados o un camión parado devenga un costo diario adicional, etc.; la segunda tiene que ver con la pérdida de imagen de Bolivia en el exterior, como un país poco serio que no tiene la capacidad de resolver sus problemas a través del diálogo; la tercera, la pérdida de oportunidades de desarrollo, v.gr., ser el eje comercial Pacífico-Atlántico.

¿Por qué Chile, Argentina, Paraguay y Brasil decidieron construir un corredor interoceánico mucho más largo, evitando pasar por Bolivia? A la luz de lo dicho ¿queda claro, por qué no somos parte de tal iniciativa, cuando, siendo el corazón de Sudamérica deberíamos ser el paso obligado entre Asia y Europa? Triste…

¡Destrozamos la geometría euclidiana, que dice: “La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta”!

Gary Antonio Rodríguez Álvarez
Economista y Magíster en Comercio Internacional