Si casi 160 Premios Nobel se han manifestado a través de una Carta Pública dirigida a los gobiernos del mundo, respaldando la producción de alimentos genéticamente mejorados con el uso de la biotecnología en el agro; si cerca de 160 de las mentes más brillantes del planeta, principalmente médicos, químicos y físicos, afirman que los cultivos de los alimentos genéticamente modificados son seguros (saludables), amigables con el ambiente (contaminan menos) y de beneficio para los productores (principalmente para los más pequeños)… ¿hasta cuándo vamos a seguir esperando el poder trabajar con la ciencia y la tecnología al servicio del hombre, como indistintamente lo hacen países democráticos o comunistas, con la mira puesta en la producción masiva de alimentos de buena calidad, económicos y ambientalmente sostenibles?
Han pasado 26 años desde que el mundo ingresó “talón, planta, punta” con los eventos biotecnológicos de soya, maíz, algodón y canola; y luego, con caña de azúcar, frejol, berenjena, trigo, papa, arroz, entre otros, no solo para combatir las plagas (hierbas, insectos, hongos, virus) y enfrentar el stress hídrico, sino, mejorar sus cualidades. ¡Si hasta Cuba se esmeró en ello! Los EEUU lograron un salmón genéticamente modificado y Cuba no se quedó atrás: ¡creó su propia tilapia transgénica! (estudios han dado cuenta que ni a un gringo ni a los comunistas del Caribe les salió cola o cuernos, por comerlos).
No podía ser de otra manera, estando de por medio la palabra autorizada emitida públicamente el 29 de junio del 2016 por los Premios Nobel referidos, dando cuenta que los alimentos transgénicos son iguales -sino más sanos e inocuos para la salud- que los producidos convencionalmente; que los cultivos transgénicos contaminan menos el ambiente al usar menos plaguicidas y quemar menos diésel para aplicarlos; y, que el uso de semillas genéticamente mejoradas resulta de gran beneficio para los agricultores, particularmente para los más pequeños que lo arriesgan todo y, si les va mal, lo pierden todo, adelgazando sus bolsillos y sus cuerpos, mientras otros engordan a su costa, como el gusano cogollero del maíz, o los políticos, que se hacen de la vista gorda…
Ahora… ¿por qué deberíamos producir con maíz genéticamente mejorado en Bolivia?
Más del 30% del área de cultivos genéticamente modificados en el mundo es de maíz amarillo para alimentación animal, por tanto… ¡esta tecnología funciona!
El 98% de la superficie cultivada de maíz en Bolivia es de maíz amarillo duro, vale decir que, los defensores de “otros maíces” representan apenas un 2%.
Lo peor de todo, como ocurre con la ropa usada, que estando prohibida su importación legal y prohibida su venta en el país por sendos Decretos Supremos, se la comercializa a “trochi y mochi” por todas partes, a sabiendas que es contrabandeada; igualito nos mienten -nos hacen “cotudos”, en la jerga oriental- quienes vociferan “no a los alimentos transgénicos”, “hacen daño”, “defendamos las 77 razas”, “el maíz es mi raíz” y otras vainas, ¡pero consumen carne de pollo, carne de cerdo y leche de vaca producidas con maíz, pese a que es vox pópuli que en Santa Cruz cerca del 50% del maíz amarillo es resultado de semillas genéticamente modificadas o maíz transgénico contrabandeado!
La productividad del maíz en Bolivia en números redondos es de 3 toneladas por ha, mientras que con un maíz genéticamente mejorado estos serían los beneficios: tan bajo rendimiento más que se duplicaría; bajaría el costo de producción, así como su precio; nuestros agricultores ganarían más, se capitalizarían; exportaríamos grandes excedentes.
Lo mejor de todo es que, como pasa en otros países -y en Bolivia también, siendo que hay cultivos de maíz transgénico en el campo- éstos pueden coexistir con el maíz convencional y el llamado “maíz orgánico” que, por cierto, resulta prohibitivo para alimentar a los animalitos…
¡No puedo entender cómo se hacen campañas para vacunar a la gente -niños incluidos- contra el COVID, con vacunas derivadas de la biotecnología, pero a la hora de querer pedir lo mismo para proteger a nuestras semillas del ataque de plagas y enfermedades, se oponen! No aprenden, incluso aquellos que casi murieron por el susodicho virus, del que la biotecnología los libró ¿y entonces?
¡Seamos consecuentes! No olvidemos que, si queremos pollo baratito, habrá que alimentarlo baratito también. ¿Se acuerdan de mi Columna que titulé “¡Ud. come pollo y el pollo come maíz!”? Los chanchitos y las vaquitas, también…
Gary Antonio Rodríguez Álvarez
Economista y Magíster en Comercio Internacional