Debe ser uno de los entretenimientos más seguros en tiempos del nuevo coronavirus. Casco, overol, guantes, chaleco protector y distanciamiento entre jugadores son suficientes para evitar cualquier enfermedad y, también, para garantizar un buen momento de entretenimiento a través del paintball, en el límite mismo entre El Alto y Laja.
El paintball surgió en la década de los 70 en Estados Unidos, donde se empleaban los marcadores —equipo similar a fusiles automáticos— para estampar marcas en árboles o ganado vacuno. Un día, mientras trabajaban en esto último, dos granjeros comenzaron a dispararse entre ellos, como una manera de despejarse de la rutina. En 1981, en el estado de New Hampshire, un grupo de amigos utilizó los marcadores por primera vez con motivo recreativo.
Con los años, este entretenimiento se expandió por todo el mundo, obviamente también en Bolivia, y este año en la urbe alteña, cuando el especialista en turismo Henrry Condori, el economista Orlando Poma y el agrónomo Demetrio Mayta se juntaron para planear algo diferente.
“El Alto es un mercado muy grande, con pocas alternativas de entretenimiento, por lo que queremos darles algo de calidad”, dice Orlando. Para despejarse de los problemas cotidianos es bueno alejarse del centro poblado, tomar el camino que lleva a Desaguadero y quedarse en el límite exacto entre los municipios de El Alto (Tacachira) y Laja (Kallutaca).
A unos 15 minutos de recorrido por la carretera se vislumbra un desvío a la izquierda, un sendero de tierra que lleva a unos terrenos con viviendas. Al lado izquierdo está Tacachira, a la derecha, Kallutaca. Casi en el medio se encuentra Paintball Con Altura.
Los inicios de este emprendimiento fueron complicados. Los conflictos sociales después de las elecciones generales del año pasado retrasaron la apertura de este entretenimiento, por lo que empezaron en enero y tuvieron un éxito inmediato, no sólo por los visitantes alteños, sino también paceños y muchos procedentes del interior. No obstante, llegó al país la emergencia por el nuevo coronavirus, que ocasionó que la población no salga de sus casas y que muchos negocios cierren. “Parecía que todo iba bien porque había buen flujo de visitantes, pero por más de medio año hemos estado arruinados”, cuenta Orlando.
En este punto, Henrry es categórico: “No hay la intención de cerrar el campo, sino que la perspectiva es crecer”. Así lo hicieron. A pesar de los problemas económicos, los tres socios no sólo decidieron continuar con la inversión, sino dar más comodidad a los visitantes, con un parrillero amplio y un jardín de obstáculos.
“En la ciudad sufres de aburrimiento y estrés. En cambio, al salir al campo sientes aire fresco y ves un lindo paisaje. Eso es lo que más atrae a las personas”, asegura Demetrio, quien se encarga de llevar a los visitantes por todos los rincones de esta propiedad.
Overoles, cascos y chalecos de seguridad están colgados en una habitación amplia. Ahí, Henrry agradece la visita y explica las características del paintball, un juego que simula un enfrentamiento armado, aunque, en lugar de armas, hay marcadoras que expulsan pequeñas bolas con pintura.
Primero el overol camuflado, luego el chaleco de protección, después las coderas y rodilleras. Con el equipo de seguridad puesto hay que ir al ingreso del área de paintball, un enorme terreno que mezcla pasto, tierra, barro y pilas de llantas, que a la hora de jugar servirán de escudos.
En el ingreso, Demetrio espera con las máscaras y los marcadores preparados para que los visitantes jueguen a las guerritas. El juego más popular es el enfrentamiento entre equipos, en el que cada grupo se acomoda en un lado del campo y avanza, poco a poco, mientras dispara contra sus contrincantes. Si una bolita con pintura revienta en el cuerpo del ocasional rival, éste queda eliminado y tiene que salir del campo.
Desde el momento en que se empieza a jugar, cada uno se agacha y se esconde detrás de los montones de llantas. Con mucho cuidado, sacan la cabeza para ver qué rival está en su mira, con el riesgo de que sea alcanzado por una bolita de pintura, que puede alcanzar una velocidad de 90 metros por segundo (m/s).
La carga emocional hace que aumente la frecuencia cardiaca, se respire más intensamente y se experimente felicidad al disparar los marcadores. Una experiencia que vale la pena conocer, incluyendo la picazón que se siente al recibir un disparo.
Quienes están afuera, mientras tanto, pueden divertirse en un jardín de obstáculos que tiene llantas colgantes, una telaraña de cuerdas o aceptar el reto de atravesar una soga, con paso comando, sobre una pequeña laguna.
Los otros, quienes gustan acompañar pero quieren evitar ensuciarse la ropa, tienen la oportunidad de quedarse en el parrillero para preparar una carne, más aún tomando en cuenta que hay espacio para 20 personas debidamente alejadas, para evitar cualquier contagio.
Después de más de seis meses sin actividad, Paintball con Altura volvió este fin de semana con mucha diversión para quienes quieran disparar bolitas con pintura, pasar el jardín de obstáculos o simplemente disfrutar una buena parrillada, todo en el límite entre El Alto y Laja.
Oferta de reapertura
Para permitir que más gente conozca y juegue en Paintball con Altura, el ingreso por persona es de Bs 30, que incluye el uso de todas las instalaciones, equipo de seguridad y constante cuidado de los administradores. Quienes ingresen al área de paintball reciben unas bolitas con pintura de cortesía. Quienes quieran más tienen que pagar un monto adicional. Para llegar a este lugar se puede tomar cualquier vehículo que se dirija a Desaguadero. Puede ser en la parada del Teleférico Azul, en la extranca de Río Seco.
Las instalaciones están abiertas de martes a domingo, entre las 09.00 y las 18.00. Para hacer consultas o reservas, comunicarse a través de WhatsApp con el número 73074347, o mediante su muro en Facebook (@PaintballconAltura).
Texto y videos: Marco Fernández Ríos
Fotos: Marco Fernández Ríos y Paintball con Altura