Sin salud no hay nada

El COVID-19 nos dio un revés que debe servir de escarmiento para las autoridades en cuanto a atender con prioridad las necesidades de un sistema de salud cuyas deficiencias complicaron la lucha contra el virus.

0
1120
Guiomara Calle, columnista de T-informas Bolivia

Sin salud no hay nada, ¿cuántas veces hemos escuchado esa frase? El COVID-19 nos lo recuerda más que nunca hace casi siete meses, un tiempo en el que Bolivia paralizó sus actividades económicas, suspendió las clases y hasta postergó las elecciones generales. El olvido por parte de las autoridades, reflejado en las carencias del sistema de salud por años, nos pasó una gran factura.

Cabe recordar que el país confirmó el 10 de marzo los dos primeros casos del virus, se trató de dos mujeres que arribaron de Italia a Santa Cruz y Oruro. Dos días después, la presidenta Jeanine Áñez asumió las primeras medidas de prevención, entre ellas la suspensión temporal de clases, que luego cambió a la clausura del año escolar. Acertada o errónea la decisión, vimos que sin salud no hay educación.

Luego, el 22 de marzo, se aplicó el confinamiento con ciertas restricciones de circulación para vehículos y personas, que se fueron endureciendo por el contagio acelerado y un sistema de salud que no resistió la demanda de pruebas y terapia intensiva. Las actividades económicas fueron paralizadas y los despidos aumentaron. Entonces surgieron protestas de los sectores afectados y por el desempleo, y vimos que sin salud tampoco hay economía.

Las consecuencias también llegaron a la política, pues por las mismas razones se suspendieron las elecciones del 3 de mayo al 6 de septiembre, y posteriormente, al 18 de octubre. Las bajas médicas afectaron el trabajo en el Ejecutivo, el Legislativo y el Poder Judicial. Sin salud no había política ni acceso a la justicia.

El COVID-19 nos dio un revés que debe servir de escarmiento para las autoridades en cuanto a atender con prioridad las necesidades de un sistema de salud cuyas deficiencias complicaron la lucha contra el virus, y el punto de partida son los recursos humanos, pues el país tiene 0,8 médicos por cada 1.000 habitantes, según el Colegio Médico de Bolivia, cuando los parámetros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establecen un mínimo de 3 por 1.000 habitantes.

Respecto a las Unidades de Terapia Intensiva (UTI), los hospitales de tercer nivel del país cuentan solo con 430 camas con sus equipos, cuando los estándares de la OMS, basados en nuestra cantidad poblacional, dan cuenta de un mínimo de 1.150 camas. A ello se suman los equipos obsoletos que datan del siglo anterior. La salud debe dejar de ser la quinta rueda del carro para los gobernantes por el bienestar de los 11 millones de bolivianos.

  • Guiomara Calle es columnista de T-informas Bolivia