Hipocresía social

Mientras se prohíbe el regreso a clases, se permite la aglomeración de niños en los parques.

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Ya se habló muchísimo sobre el COVID. La gente está espantada y no es para menos, los datos que se arrojan cada día son espeluznantes. Sin embargo, a pesar de esta terrible situación que afronta el mundo entero, aún no me cabe en la cabeza la terrible y profunda hipocresía social en la que vivimos, ahondada con esta crisis sanitaria.

Estamos acostumbrados a que los políticos nos engatusen con frases, promesas y regalitos para ocultar las mentiras que se caen por su propio peso. Esta casta de privilegiados oradores, en la mayoría de los casos, son incompetentes para el cargo, pero de alguna manera estamos atentos a las leyes y reglamentos que promulgan.

Aunque duela aceptarlo, hasta la corrupción en la Policía es algo que todo ciudadano conoce, pero seguimos aparentando que no es así. Todos (y el que diga que no, miente) sabemos que, al haber cometido una falta leve, no hablo de crímenes, la Policía estará ahí o para cumplir con su trabajo o esperando un “aporte” nuestro para dejar pasar el hecho acompañado de la infaltable recomendación paternal. Lo que es peor somos sus cómplices puesto que no nos suda la mano para meter la mano al bolsillo y ofrecerle un “refresquito” a cambio de hacerse la vista gorda.

En estos dos casos, nos referimos a instituciones ya establecidas con unos cimientos profundamente corruptos, razón por la cual los inocentes incautos que ofrecen acabar con la corrupción están literalmente armados de un alfiler contra de un dragón.

AHORA SOMOS NOSOTROS MISMOS

Ante tanta hipocresía, ahora somos nosotros mismos que ingresamos a este juego. Con el COVID-19, las autoridades centrales y locales han redactado decenas de decretos y normativas que, en general, prohíben trabajar a empresas pequeñas y medianas legalmente establecidas, mientras el resto informal goza de una aparente inmunidad y no ha parado.

Hablo de hipocresía, ya que se impide que 8 mil personas se reúnan en un estadio para 30 mil, pero aceptamos filas kilométricas para conseguir un carnet o cobrar un bono. Mientras se prohíbe el regreso a clases, se permite la aglomeración de niños en los parques. Mientras la discoteca está cerrada, las fiestas se multiplican en las casas. Mientras unos se creen jueces para fotografiar y juzgar a gente sin barbijo o haciendo mal uso del mismo, otros organizan juntes para celebrar sus campañas electorales. Mientras se multa con más de Bs 800 a ciudadanos por no llevar barbijo en la calle, miles de choferes y peatones violan las normas de tránsito poniendo en mayor peligro su vida y la de otros.

No cabe ninguna recomendación ni solución cósmica para este problema, al final las autoridades se sienten presionadas para promulgar leyes, de ahí a que sean justas, coherentes y correctas queda mucho de qué hablar.

Considero que el mejor encargo es cuidarse como uno se sienta más seguro y ser empático con su entorno. Vale decir que, si pienso que hacer gárgaras con ajo me ayuda a evitar el contagio, debo hacerlo. Asimismo, si visito a una familia la cual toma protecciones adicionales en sus hogares, uno debe adaptarse y comportarse como ellos, en todo lado eso se llama respeto.

Luis Trino Lopera, es comunicador y académico